REFLEXIONES RECORDANDO A RODRIGO

    En esta vida tan ajetreada que llevamos, con tantas formas de ocio que paradójicamente no nos dejan tener tiempo libre y con las pantallas siempre presentes, es difícil disfrutar de un momento para la reflexión, para pensar, valorar, saborear recuerdos, ilusionarnos con lo que vendrá. 

    La pandemia nos ha permitido algo de esto, ha propiciado esos momentos, pero en ocasiones el miedo y la incertidumbre provocados por el dichoso virus y las noticias que nos llegaban de él tampoco nos han dejado mirar hacia dentro de nosotros mismos. Al virus han seguido las malas expectativas económicas de España y de Europa, en general, y la maldita guerra de Ucrania, y ha hecho que los que aún creíamos firmemente en la humanidad hayamos bajado nuestras expectativas.

    Esta semana en la que hemos vuelto a las clases después de las últimas vacaciones antes de las de verdad, las de verano, yo me he permitido algún pequeño momento para la reflexión y quería compartirlo con vosotros. Quizás ha sido de manera inconsciente o quizás lo necesitaba. Lo cierto es que han sido dos los motivos que me han hecho pararme y pensar. Os cuento.

    Mascarillas fuera. ¡Qué ganas teníamos! El pasado miércoles día 20 a media mañana, muchos os despojasteis de las mascarillas y dejasteis ver vuestro rostro. El día 21 fue algo ya generalizado, aunque me incluyo entre los que aún no me atrevo. Tiempo al tiempo, cada uno a su ritmo. A algunos ya os lo he dicho en clase y lo escribo ahora; qué gustazo ver vuestras caras completas y, sobre todo, vuestras sonrisas. Hay que sonreír más, hay que sonreír siempre. Dicen que lo que das el karma te lo devuelve; creamos en el karma o no, sonriamos más. Comenzaré aplicándomelo a mí misma en clase, sí. Puede parecer cursi, pero sonriamos a la vida, que solo hay una. 

    Y la vida no tendría valor sin la muerte. En clase muchas veces reflexionamos sobre ello; las voces de nuestros poetas, desde Manrique a Quevedo, Bécquer, Machado o Lorca, nos lo recuerdan, directamente o con sugerencias, con tópicos, símbolos y demás. Y hablamos del Tempus fugit, del Carpe diem y de la muerte igualadora. Pero qué injusta es la vida y la muerte cuando esta llega tan a destiempo y nos toca de cerca. El fallecimiento de Rodrigo, antiguo alumno del centro, nos ha conmovido a todos. El dolor, la rabia, la incredulidad, la vulnerabilidad habrán pasado estos días por las cabezas de muchos. Yo he recordado momentos de él como alumno; no conseguí que pusiera una tilde en su lugar, fracaso absoluto por mi parte, aunque nunca dejé de intentarlo. No apostó por la vida académica y no sé si tenía claro lo que quería, pero sí lo que no deseaba. Tenía sentido del humor, ironía y mostraba madurez en muchos asuntos que tratábamos en clase. Así lo recuerdo. 

    Escribo esto emocionada, no sé si como una especie de homenaje-recuerdo a Rodrigo, no sé si para los que lo conocíais, no sé muy bien para qué. Sí sé que hay que sonreír más, amar más y odiar menos. Pensadlo.

Esther Fernández Madrid

Comentarios

  1. De parte de los padres de Rodrigo y su hermano Alejandro,daros las gracias por vuestras palabras, muchísimas gracias

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